El pensamiento del bebé

¿Podría imaginarse vivir en un país en que cada casa tiene teléfono, pero sólo algunos de ellos cuentan con cables para conectarlos? El sistema telefónico no funcionaría. Esta situación es similar al cerebro de un niño al nacer. Entre la sexta semana y el quinto mes de embarazo, en el cerebro de un bebé se desarrollan aproximadamente cien
mil millones de células cerebrales. Algunas de estas células se encuentran conectadas al nacer, pero la mayoría no lo está. Precisamente, el mayor número de conexiones se produce entre el momento del nacimiento y los dos años. Así se plantea en el libro “Cómo estimular el cerebro infantil”, de Diane Trester y Cate Heroman.

Para que el bebé comprenda lo que ocurre a su alrededor, debe utilizar sus sentidos, su intelecto y su cuerpo para formar conexiones neuronales que le permitirán entender la causa y el efecto de las cosas. Para tomar su juguete, por ejemplo, debe poder verlo, recordar que le gusta, estirarse para alcanzarlo y luego tomarlo.

Las habilidades mentales del bebé aumentan con la estimulación. Así, la participación del padre y de la madre es fundamental en todo momento, sobre todo cuando el cerebro crece repentinamente, durante el primer y el tercer año de vida. Según Carola Cornejo, psicóloga del Centro de Estimulación Temprana PsicoBebé, si un niño tiene diversas clases de experiencias y éstas se presentan en forma repetitiva, más se fortalecen las conexiones cerebrales. De ellas depende la manera en que piensan, sienten, se comportan y aprenden.

El desarrollo del cerebro

El texto citado sostiene que diversos estudios han concluido que existen períodos en los que ciertas partes del cerebro pueden incorporar información nueva con mayor facilidad que en otros. A estos momentos les han llamado ‘oportunidades existentes’ y se conciben como una especie de ‘puertas’ que se abren durante los primeros años de vida y luego se cierran completamente.

Las conexiones cerebrales, por ejemplo, que le permiten desarrollar la vista, deben tener lugar durante los primeros tres o cuatro meses de vida. Si durante este tiempo no se producen, lo más probable es que se pierdan para siempre, lo que significa que, en dicho caso, el niño posiblemente no desarrollará el sentido de la visión.

Otras de estas puertas pueden permanecer abiertas por más tiempo, pero si bien el completo crecimiento y desarrollo del cerebro requiere de unos 15-20 años, el aprendizaje es más fácil en ciertos períodos. Los científicos se refieren a esto como períodos críticos. Por ejemplo, los primeros cinco años constituyen el “tiempo óptimo” para adquirir el lenguaje. Sin embargo, esto no quiere decir que los niños aprendan todo lo que se requiere sobre el lenguaje sólo en esta etapa, ya que el aprendizaje tiene lugar durante toda la vida.

Lo más importante es tener presente que realmente se puede hacer una diferencia para estimular el cerebro de los pequeños. Al leerle o hablarle a un niño, jugar con él, cantarle, tocarlo y alimentarlo saludablemente, se está “nutriendo” su cerebro. Si el bebé nace prematuramente o tiene alguna incapacidad, es muy importante brindarle experiencias que lo nutran cerebralmente, ya que entre más experiencias pueda tener el bebé, más conexiones se estimularán en su cerebro.

Estimulando el cerebro

Las conexiones cerebrales que controlan el movimiento se crean durante los primeros cuatro años de vida. Las destrezas motrices básicas como sentarse, gatear, voltearse, caminar, correr, alcanzar y trepar, se desarrollan con mayor facilidad durante este tiempo que en cualquier otra etapa de la vida de un niño. Algunas de las maneras en que se mueven los pequeños contribuyen a mejorar su aprendizaje. Cuando gatean o juegan con las manos, o cuando los preescolares bailan, trabajan los dos hemisferios o lados del cerebro.

Además, cada vez que el bebé oye, ve, toca, prueba o huele algo, se envían mensajes al cerebro y se producen conexiones. Entre más variadas sean las experiencias de juego que tenga un niño, más conexiones cerebrales tendrán lugar. Por eso es que algo nuevo o sorpresivo, por lo general, capta la atención de los pequeños.

El sentido del tacto también es de gran importancia para el desarrollo cerebral del bebé. Para ellos es fundamental ser tomados en brazos y acariciados, porque cada vez que son tocados con suavidad, se envía un mensaje al cerebro y se realiza un enlace entre las células cerebrales.

El contacto físico

La psicóloga Carola Cornejo, recomienda diariamente dedicar un tiempo para acariciar a su bebé. Hablarle a medida que le toca los brazos, las piernas, la espalda, el abdomen, los pies y los dedos. Por ejemplo: “Estoy acariciando tus piernas y ahora tus brazos”. Hablarle a los niños cuando se les toca les ayuda a aprender las partes del cuerpo.

Para los padres también es de suma importancia tocar, cargar y acariciar a sus hijos. Entre más tiempo pasen los padres con sus niños y los acaricien, más fuerte es el lazo que se forjará y más a gusto se sentirán con ellos. Es recomendable dedicar un tiempo a descubrir lo que le gusta al bebé y mantener presente que cada niño es diferente. Algunos son sensibles al tacto y reaccionan mejor al ser envueltos en una manta o al ser mecidos. Otros, necesitan que se les toque con suavidad y algunos, sin embargo, reaccionan mejor si se les toca a través de juegos más fuertes. Observe de qué manera reacciona su bebé a los diferentes tipos de contacto físico: qué lo tranquiliza, qué le hace sonreír o qué le incomoda.

Si el bebé no responde como los padres quisieran, es importante esperar a descubrir el tipo de contacto que prefiere. Los pequeños siempre necesitan ser tocados suavemente y con frecuencia, ya que el contacto físico contribuye a que los niños se sientan seguros y tranquilos, de manera que puedan continuar creciendo y aprendiendo.


Fuente: extracto de artículo publicado en Revista PadresOk, Enero 2003

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