Las quejas de la gente de más de 40 años son temas comunes a los seres humanos de esta edad: problemas vinculares o sexuales, existenciales, de sentido de la vida. Y nos hacen reflexionar sobre cómo ayudarlos. Nos llevan a preguntarnos si son problemas del momento social que vivimos, o bien temas locales del país que habitamos, o bien algo inherente a la pareja humana estable una vez que han convivido cerca de diez años, o sin son parte del ciclo vital y de cómo lo transitan.
Testimonio 1
“Ya no soy la que era antes. Engordé, no me entra la ropa de años atrás. Desapareció mi cintura. Empiezo a tener pancita y celulitis. No tengo tiempo de ir al gimnasio. Cuando regreso de trabajar estoy tan cansada que como cualquier cosa para vencer mi apetito y mi ansiedad. Temo que con estos cambios corporales ya no le guste más a él, que me elogiaba porque era esbelta.” Rosario.
Uno de los reclamos que nos hacemos según pasan los años, es que el placer también se pone en la comida, en el sedentarismo en compañía de la pareja, en cierta tolerancia a darnos gustos que atentan contra nuestra salud, nuestra silueta y nuestra estética.
A los cuarenta años las funciones orgánicas difieren de las de la juventud, cuando cualquier irregularidad alimenticia podía ser compensada en poco tiempo con una dieta hipocalórica con resultados inmediatos.
La actividad física debe intercalarse con los momentos laborales y de recreación.
También puede constituirse en una tarea compartida con la pareja: andar juntos en bicicleta, practicar algún deporte en común, salir a caminar después del trabajo.
Si bien la flecha del tiempo no retrocede nunca, porque su punta señala para adelante, podemos mantener el cuerpo de manera armoniosa durante un buen período, pasado los cuarenta.
Repetimos como lo hemos dicho otras veces, que para que nuestra pareja desee nuestro cuerpo, nosotras debemos amar al propio cuerpo, no sólo al cuerpo de él, , agradecerle cada día a este sacrificado organismo, propio de un tiempo vertiginoso, el poder estar sanas y ser bellas, que es más una percepción interna, que exterior.
Cuidemos la salud corporal como forma del amor a nosotras mismas y a los otros.
Testimonio 2
“No tenemos motivación para las relaciones sexuales. Hace años tuvimos buen sexo. Pero desde hace un tiempo no encontramos el momento para tener intimidad. Siempre hay excusas: estamos cansados, nos reclaman otros compromisos sociales, debemos guardar energías para el día siguiente, por las obligaciones a cumplir. Nos amamos, pero falta la chispa sagrada que nos una eróticamente.” Micaela.
La palabra que empleó, “eróticamente” es la clave de un mejoramiento y reencuentro entre los amantes.
El erotismo puede venir imprevistamente cuando una pareja acaba de conocerse. Pero luego del desgaste de la novedad que trae el día a día de la convivencia, el erotismo debe construirse como una castillo de arena, a sabiendas que el agua del mar puede destruirlo pero que podremos volver a armarlo, tantas veces como queramos. Es un acto de insistencia, resistencia y tenacidad.
¿Cómo se alimenta el erotismo en una pareja estable de varios años de convivencia, cuando ya no son jovencitos?
Precisamente, supliendo lo que le falta a la frescura de la juventud, y a la turgencia del cuerpo con el empleo de la audacia y los recursos que presta la imaginación.
Pensemos que la juventud es tan fugaz e inconsciente que cuando nos dimos cuenta, ya pasó.
En cambio, la etapa adulta de los cuarenta en adelante, recoge toda la experiencia juvenil y le adiciona el “Know how “(saber hacer, en inglés).
La mujer se da permiso para ponerse ropas insinuantes; él juega a ser seductor, seguro de que será aceptado por ella. Los años juntos lo corroboran. No hay rechazo. Sólo hay miedo a ser rechazado por no ser como fueron años atrás.
Consejo fundamental: vivan el presente con la experiencia que les dio el pasado. Dense permisos de ser ridículos, para experimentar. La vida no es eterna. Vivir no daña a nadie, si respetamos al otro.
Sus padres ya no tienen sobre ustedes el ascendente que modifique sus puntos de vista. Cuando formaron rancho aparte se ganaron el derecho a hacer lo que su conciencie les permita, sin dañar a nadie.
No es necesario hacer el amor de una manera especial, pueden apelar a expresiones sencillas o experimentar nuevas prácticas sexuales, si ambos así lo desean.
En general, la expresión de ternura y la percepción de transmitir emocionalmente lo bien que se está con la otra persona es una gran afrodisíaco.
Eso no quita que mucha gente, a los cuarenta años, desee averiguar de qué se privó en todos estos años de fidelidad de pareja. Y como no quiere una relación extramatrimonial cree que su vida sexual está terminada.
La invitación es a investigar juntos a qué se animan y a qué no se animan.
El resultado no es cuantitativo. No se trata de Disneyland que cuando uno vuelve a casa, cuenta a los parientes la cantidad de juegos y espectáculos por los que pasó.
La relación de pareja es algo delicada, cualitativamente valiosa. Lo agradable y lo no tan agradable, hasta lo desagradable que se experimenta en pareja, nos permite conocernos mejor, en aspectos ni confesados a nosotros mismo, y menos hablados con la pareja.
A los cuarenta años, ya somos adultos y podemos hablar con la pareja con sinceridad de nuestras limitaciones y nuestros logros emocionales, de nuestra capacidad de amar y de dejar que nos amen.
No estamos compitiendo con ninguna pareja. Cada dúo sentimental es inédito y no se repetirá jamás en la historia de la humanidad.
L a pareja es la aliada para que podamos aceptarnos y comprendernos mejor.
La pareja a los cuarenta y más no es un juez de nuestra vida. Es un compañero de ruta, que nos mira con comprensión y amor, a la vez que vive sus propias emociones. Y que nos incita a comprenderlo y apoyarlo, bajo un principio de reciprocidad: dar para recibir.
Testimonio 3
“No pude concretar ni la mitad de los proyectos que tenía para cuando cumpliera los cuarenta. No sé en qué se me pasaron estos años. Se fueron volando. Quisiera volver atrás en el tiempo para vivirlos más tranquilo. No tuvimos más hijos. No estudié la carrera que deseaba. La velocidad a la que vivo no se la recomiendo a nadie. No tengo la paz de espíritu para descansar, porque siempre quiero estar haciendo lo que me falta hacer.” Claudia
Los años cuarenta, para la mayoría de los afortunados que viven en la ciudad, presupone, en promedio para la población, la mitad de la vida.
Y si nos exigimos cumplir a ultranza todos los planes diseñados en la juventud, podemos desmoralizarnos porque no logramos los resultados esperados. Nos frustramos, entristecemos y podemos caer en conductas compensatorias: comer por demás, beber en exceso, drogarnos, ser promiscuos, para esconder que estamos decepcionados con la criatura que no cumplió con lo que soñó veinte años atrás.
¡Por favor! ¡Tengámonos un poco de piedad!
Aceptemos nuestras limitaciones, y reconozcamos que lo que conseguimos con nuestro esfuerzo es lo que supimos conseguir.
Hicimos los que pudimos con nuestra vida. Siempre podemos superarnos y aprender a ser mejores.
Pero no debería ser un mandato severo, sino un objetivo a conseguir. Podríamos decir “No puedo hacer una carrera universitaria pero puedo concurrir a las clases que me interesan de la facultad como oyente.” O hagamos un curso que nos informe sobre los temas que nos atraen.
CONCLUSIONES
Cuarenta años y más, implica una posibilidad valorable: tenemos el aval de lo vivido. Tenemos otros cuarenta años o más, para desarrollar nuestros sueños. La actitud que tenemos que modificar es la de juego, tan beneficiosa en los niños. A través del juego ellos aprenden a vivir.
- No deberíamos dejar de jugar nunca para exponernos al conocimiento perpetuo.
- Tomemos cada decisión de los cuarenta años como un juego.
- En la juventud aplicamos las técnicas. Ahora somos expertos y podemos disfrutar de nuestras conductas, reírnos de nuestros errores, corregirlos y gozar de las oportunidades permanentes que nos ofrece la vida.
Fuente: Revista Buena Salud
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